Los hemangiomas infantiles son los tumores vasculares benignos más frecuentes en la infancia.
Su incidencia es del 1-3% y se estima que hasta el 10% de menores de 1 año lo presentan.
Son más frecuentes en mujeres, recién nacidos prematuros (menores de 37 semanas), con bajo peso al nacer (menos de 2500 gr), en recién nacidos de madres con edad materna avanzada, embarazos gemelares, madres con preeclampsia, placenta previa o alguna otra anomalía placentaria.
La mayoría son de aparición accidental, pero hasta un 38% pueden tener un antecedente familiar.
Generalmente aparecen como lesiones asintomáticas y solitarias a las 2-3 semanas de vida.
Se puede presentar como una mancha pálida o rojiza con pequeños vasos sanguíneos dilatados en su interior (telangiectasias), con una mancha blanquecina alrededor o simulando un moretón (hematoma).
El curso habitual del hemangioma infantil tiene 3 fases:
- Fase de proliferación: etapa de crecimiento rápido durante los primeros 4-6 meses de vida, en la cual crece el 80% de su tamaño final, y a partir del 6 a 12 mes ocurre la fase de crecimiento lenta. La proliferación después del año de vida puede ocurrir, pero es poco común.
- Fase de estabilidad o meseta: el hemangioma deja de crecer, puede sobreponerse con la fase de crecimiento lenta.
- Fase de involución espontánea: inicia a partir del año de edad y continúa a lo largo de los años.
Las localizaciones más frecuentes son cabeza y cuello, hasta en un 60%, aunque pueden afectar cualquier parte del cuerpo.
Desde un punto de vista clínico, se subdividen, dependiendo de la profundidad en la cual se encuentren los vasos, en:
- Hemangiomas superficiales: más del 60% de los casos y son de color rojo intenso, poseen una superficie brillante y una consistencia suave.
- Hemangiomas profundos: constituyen el 15%, son tumoraciones de consistencia blanda de límites imprecisos a la palpación, cubiertos por piel normal con un discreto tinte azulado.
- Hemangiomas mixtos: representan el 25%, presentan ambos componentes, superficial y profundo.
La mayoría de los hemangiomas se diagnostican con la historia y apariencia clínica. En caso de dudas se pueden realizar estudios de imágenes (ecografía, resonancia magnética) o una biopsia de piel.
Aunque la mayoría presenta un curso benigno y una resolución espontánea sin necesidad de tratamiento, alrededor del 10%, dependiendo de su localización, presentan complicaciones (ulceración) y hasta un 25% pueden requerir tratamiento.
Existe diferentes tipos de tratamiento:
- Tratamiento sistémicos o tópicos, que permiten el colapso de los vasos sanguíneos, inhiben la proliferación de nuevos vasos, lo que resulta en la desaparición de la lesión. El uso de cada uno dependerá de la localización o tamaño.
- Tratamiento LASER: es efectivo en corrección del componente superficial y de las telangiectasias que pueden persistir, así como en los hemangiomas ulcerados, ya que aceleran la cicatrización en pocas sesiones evitando el sangrado y el dolor.
- Cirugía: está indicada en aquellos hemangiomas que no respondan al tratamiento médico, los que desparecen parcialmente y aquellos que dejen secuelas estéticas.
Un 50% de los hemangiomas no tratados, la involución no es siempre completa, pudiendo quedar áreas de piel redundante o atrófica, la presencia de telangiectasias, que en ocasiones requieren corrección posterior.
Si tu hijo tiene este tipo de lesiones no dudes en acudir a un dermatólogo pediatra lo más pronto posible para valorar la necesidad de tratamiento e inicio precoz del mismo para evitar algún tipo de secuela estética.
Dra. Milagros Escudero Loayza
Dermatóloga Pediatra